Hay una escena de una película que recuerdo asiduamente desde hace 6 años. En una mansión británica, un grupo de personas influyentes se reúnen para estrechar lazos entre el Reino Unido y Alemania. Estamos en la antesala de la II Guerra Mundial. La situación, vista desde nuestra perspectiva actual, roza el esperpento. A la hora de los encendidos brindis, un diplomático estadounidense les recuerda a todos los comensales que no representan a nadie y que deben ser quienes ostentan la verdadera autoridad los que aborden los problemas internacionales, no un grupito de ilusos entusiastas. Simultáneamente, el personaje que interpreta Anthony Hopkins –siempre genial- atiende escrupulosamente a todas sus obligaciones como mayordomo de esa elegantísima cena mientras su padre agoniza en una de las habitaciones destinadas al servicio.
He recordado esa escena cada vez que he publicado mi opinión sobre la situación saharaui. Y me ha contenido en numerosas ocasiones. Pero ni con eso, ni con muchísimo más, podría dejar de decir que no entiendo como una misión de Naciones Unidas puede mirar para otro lado –puesto que es la única alternativa que les deja el cumplimiento estricto de su mandato- ante las continuas violaciones de los derechos humanos más básicos que se perpetran ante sus ojos cada día.
Sé que no tengo más legitimidad que la del ciudadano libre... y con esa me sobra y basta. Y aún a riesgo de caer en el anacronismo, desde este espacio que alguna vez me permite superar sus estrictos límites, denuncio una felonía: ¿cómo puede la ONU enviar unas tropas al Sáhara y ordenarlas que permanezcan indiferentes ante los delitos más graves que puedan cometerse? Muy posiblemente estemos ante un genocidio, fundamentalmente en el periodo comprendido entre 1975 y 1991. Pero no nos olvidemos que, a fecha de hoy, reclamar pacíficamente el referéndum en los territorios ocupados por Marruecos es razón más que suficiente para ser detenido. Y que no se equivoque nadie, la garantía de los derechos de un detenido no es la misma aquí que allí; ni las condiciones a las que se somete a ese preso, tampoco.
Si quieres profundizar en el conocimiento sobre la ampliación del mandato para la MINURSO pincha aquí.
He recordado esa escena cada vez que he publicado mi opinión sobre la situación saharaui. Y me ha contenido en numerosas ocasiones. Pero ni con eso, ni con muchísimo más, podría dejar de decir que no entiendo como una misión de Naciones Unidas puede mirar para otro lado –puesto que es la única alternativa que les deja el cumplimiento estricto de su mandato- ante las continuas violaciones de los derechos humanos más básicos que se perpetran ante sus ojos cada día.
Sé que no tengo más legitimidad que la del ciudadano libre... y con esa me sobra y basta. Y aún a riesgo de caer en el anacronismo, desde este espacio que alguna vez me permite superar sus estrictos límites, denuncio una felonía: ¿cómo puede la ONU enviar unas tropas al Sáhara y ordenarlas que permanezcan indiferentes ante los delitos más graves que puedan cometerse? Muy posiblemente estemos ante un genocidio, fundamentalmente en el periodo comprendido entre 1975 y 1991. Pero no nos olvidemos que, a fecha de hoy, reclamar pacíficamente el referéndum en los territorios ocupados por Marruecos es razón más que suficiente para ser detenido. Y que no se equivoque nadie, la garantía de los derechos de un detenido no es la misma aquí que allí; ni las condiciones a las que se somete a ese preso, tampoco.
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1 comentario:
Francia es, junto con España, la gran resonsable.
Ya sabes qué pienso del tema:
Debemos denunciar y denunciaremos las violaciones de los DDHH, pero no debemos centrarnos exclusivamente en ellos. ¿Cambiaría la situación si pudieran manifestarse libremente sin tener que soportar cárcel, palizas e incluso la muerte?
Seguiríamos como en 1975: un país que invadió ilegalmente un Territorio, unos ciudadanos que tienen derecho a la Autodeterminación. La MINURSO fue creada para organizar el referéndum, si es incapaz, que se vaya con viento fresco.
POR UN SAHARA LIBRE. QUE LES DEJEN DECIDIR.
Precisamente tenemos toda la legitimidad para opinar, para discrepar, para discutir y para manifestar nuestras opiniones. Si nuestros políticos no nos escuchan quizás sea culpa nuestra.
Un abrazo.
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