24 junio 2013

La cruz de la pista

Ayer María corrió en Durango y quedó octava en el Campeonato de España. Hubo un día -no tan lejano,  por cierto- en el que el mero hecho de participar en ese campeonato hubiese supuesto su mayor ilusión. Ahora no. Porque María llevaba la cuarta mejor marca y se sentía fuerte. Y porque es una atleta como la copa de un pino y no se deleita en sus logros, sino que siempre mira más allá.

Pero la pista no tiene amigos, y si tus piernas no responden, es implacable. Y ayer María no corrió fluida ni un solo instante. Enseguida se cortó, y ni tan siquiera podía aguantar los pequeños tirones de su grupo ¿Qué pasa por la cabeza de un corredor de fondo en esas vueltas que se hacen eternas? ¿Cuánto pueden llegar a pesar tus piernas cuando no obedecen a tu cabeza? ¿Por qué justo el día que quieres correr mejor, parece que todo se va al traste? Yo no soy ni atleta, ni deportista, ni entrenador, así que solo tengo preguntas y ninguna respuesta. Pero soy padre, y una parte de mi mismo me dice que este tipo de vivencias están ayudando a construir en mis hijas su mejor yo. Al menos de eso intento convencerme en estos momentos amargos.

Afortunadamente, ahora viene el verano. María tendrá tiempo para resolver algunos de sus conflictos... y para disfrutar. Sabe que no está sola, pero también sabe que es ella la dueña de su futuro.

1 comentario:

Ana Maza dijo...

ANIMO María!! Lo importante es haber estado en el campeonato aunque tú hoy no lo veas así. Muchos besos de toda la familia.