Leo en uno de los editoriales de EL PAÍS, lo siguiente:
Cuando los generales egipcios descabalgaron al tirano Hosni Mubarak, en febrero, anunciaron que se retirarían en seis meses, tras la celebración de elecciones parlamentarias y presidenciales. El calendario era ingenuo: no se liquida de la noche a la mañana una dictadura de 30 años y se instaura una democracia mínimamente creíble. Pero a la luz de los acontecimientos en el más poblado e influyente país árabe -y a pesar de las reiteradas declaraciones de sus integrantes- todo indica que la Junta Militar está abdicando de aquel compromiso inicial, que respondió a las aspiraciones de la calle, sustituyéndolo por una inquietante acomodación al poder y unos métodos que en algunos aspectos recuerdan ominosos tiempos pasados. Leer completo
Este editorial continúa con el analisis del acoso que, una vez más, sufren los coptos (una comunidad cristina egipcia que se remonta al siglo I) y que se sustanciado en la quema y el vandalismo en algunos de sus templos durante las últimas semanas. Las manifestaciones convocadas en protesta por estos incalificables hechos han sido reprimidas brutalmente por un ejercito que ha provocado entre veinte y cincuenta muertos, según las fuentes.
Si la denominada "primavera árabe" otorga la impunidad a los fanáticos musulmanes, el movimiento que se miró con tanta simpatía desde el resto del mundo, derivará en un nuevo desengaño histórico. Estamos a tiempo para reconducir la situación. El pueblo egipcio tiene la oportunidad histórica para construir una democracia plural. Pero tras las manifestaciones en las plazas que tanto apoyo concitaron, ha llegado la hora de arremangarse y ponerse manos a la obra.
1 comentario:
Militares y poder político forman un cóctel explosivo. Yo no creo en las guerras religiosas. Como pretexto se viene usando desde hace cientos de años pero en el fondo no hay religión sino luchas por el poder económico o político. Los instigadores se valen de seres primarios que ellos mismos se encargan de convertr en fanáticos.
Cada vez estoy más convencida de que las religiones organizadas son tan peligrosas como las sectas destructivas. No quiero meterme en las creencias de cada cual pero sí que me metería con los gurús y los "maestros" que se autoerigen en intérpretes de la palabra de Dios.
La primavera árabe tendrá que encauzarse por caminos de paz, democracia, pluaralidad e igualdad. Si no es así van a perder un tren que quizás no vuelva a pasar.
Un abrazo.
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