20 marzo 2011

El ocaso de Gadafi, ¡Inchalá!

Cuando solo era un niño, quienes conocían el caso de algún maltratador en el vecindario, miraban para otro lado. Le saludaban atentamente en el ascensor mientrás su mujer y sus hijos padecían un calvario. Cuando alguna de esas mujeres se armaba de valor y acudía a su confesor a desahogarse -eran otros tiempos- éste le pedía paciencia a la mujer, la víctima al fin y al cabo. Hoy las actitudes de aquellos vecinos pusilánimes y la del cura apaciguador nos parecen aberrantes, afortunadamente.
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Creo que el concepto de estado-nación ha quedado obsoleto. Pero eso no me importa ahora. Porque he seguido a través de los medios de comunicación crímenes contra la Humanidad ante la pasividad de la Comunidad Internacional. Casi siempre hombres, mujeres y niños que no tenían más propiedad que su vida. A nadie le importaron ¿Qué hicimos ante la orgía de sangre que se perpetró en Centro-África? ¿Y ante los genocidios de los Balcanes? Salimos a las calles denunciado la guerra de Irak, pero creo que a muchos le importaban un bledo las víctimas. Porque no podemos usar raseros diferentes en función de quien es el verdugo. Esa actitud nos deslegitima.
Hoy estamos actuando en Libia. Yo hubiese preferido que fuese antes. Pero siempre es positivo frenar en seco los crímenes de un dictador que asesina a su pueblo.
Será preciso que los ciudadanos que nos negamos a ser súbditos exijamos que las operaciones militares se ajusten al mandato de Naciones Unidas, finalicen las masacres y que, finalmente, se posibilite una transformación democrática liderada por el propio pueblo libio. Pero lo primero, es detener los crímenes. Por eso no puedo entender a quienes piden paciencia y resignación a la mujer maltratada.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Exacto, no podemos entender a quien pide paciencia a los maltratados y menos aún a quienes les culpabilizan porque "provocan" o porque ponen nervioso al maltratador o porque le amaron o le consintieron en el pasado.
Un abrazo.

Fran Invernoz dijo...

Un comentario excelente. En primer lugar, porque exige terminar con las dictaduras y, asimismo, propone defender a la mujer maltratada, en definitiva, a las víctimas débiles de tantas injusticias en el mundo.