Ayer fue 20 de febrero en Marruecos. Quiero destacar la fecha porque es la primera vez en la que el pueblo marroquí sale a las calles reclamando cambios profundos. De esta manera, Marruecos se suma a la ola que recorre los países árabes y que –no perdamos la perspectiva- tuvo como uno de sus gérmenes el campamento Agdeym Izik (al que aquí llamamos “Campamento Dignidad”). Aquellas jaimas fueron arrasadas, pero parece que su semilla germinó.
Pero, ¿qué ocurrió ayer en la mayoría de ciudades marroquíes? Lo que a última hora de la noche no parecían más que un conjunto de algaradas, hoy sabemos que han arrojado al menos cinco muertos. Es cierto que resulta una cifra insignificante comparada con los más de doscientos –doscientos, hay que decirlo despacio para tomar conciencia de su magnitud- que se han producido en Libia. Pero el asunto tiene verdadera profundidad. Y no solo por las víctimas mortales que se ha cobrado.
Los manifestantes pedían el abandono del sistema feudal, para que vamos a andarnos con zarandajas. Quieren que su rey reine, ya que reconocen el destacado papel que desempeñó la monarquía en el proceso de independencia de su país, pero ya no están dispuestos a que gobierne con talante absolutista, que sea el máximo líder religioso y que, además, sea el principal empresario de su país.
Y Mohamed VI tiene la oportunidad de liderar ese proceso transformador. Tal vez no la merezca, pero en este caso es una cuestión menor. El monarca puede conducir las ansias de su pueblo y favorecer la construcción de un verdadero régimen de libertades en el que cada anhelo tenga su oportunidad. Si emprende ese camino, todos sabemos que contará con el decidido apoyo de la Unión Europea y, sobre todo, de los Estados Unidos. Naturalmente que verá mermados sus poderes; aumentarlos es casi imposible, pero la supervivencia siempre exige sacrificios. Uno de ellos será el de reconocer el derecho de autodeterminación de quienes jamás lo ejercieron con anterioridad.
Las llamas que ha dibujado Erlich en el Magreb se mueven a la orden de vientos caprichosos. Hoy somos testigos de un conjunto de cambios y de verdaderas revoluciones que nuestros nietos estudiarán en sus Institutos. Cada uno de los países inmersos en ese proceso debe encontrar su propio camino. Y Marruecos es el que tiene la oportunidad histórica de convertir esos aires de cambio en el auténtico proceso constructor de su democracia.
Pero, ¿qué ocurrió ayer en la mayoría de ciudades marroquíes? Lo que a última hora de la noche no parecían más que un conjunto de algaradas, hoy sabemos que han arrojado al menos cinco muertos. Es cierto que resulta una cifra insignificante comparada con los más de doscientos –doscientos, hay que decirlo despacio para tomar conciencia de su magnitud- que se han producido en Libia. Pero el asunto tiene verdadera profundidad. Y no solo por las víctimas mortales que se ha cobrado.
Los manifestantes pedían el abandono del sistema feudal, para que vamos a andarnos con zarandajas. Quieren que su rey reine, ya que reconocen el destacado papel que desempeñó la monarquía en el proceso de independencia de su país, pero ya no están dispuestos a que gobierne con talante absolutista, que sea el máximo líder religioso y que, además, sea el principal empresario de su país.
Y Mohamed VI tiene la oportunidad de liderar ese proceso transformador. Tal vez no la merezca, pero en este caso es una cuestión menor. El monarca puede conducir las ansias de su pueblo y favorecer la construcción de un verdadero régimen de libertades en el que cada anhelo tenga su oportunidad. Si emprende ese camino, todos sabemos que contará con el decidido apoyo de la Unión Europea y, sobre todo, de los Estados Unidos. Naturalmente que verá mermados sus poderes; aumentarlos es casi imposible, pero la supervivencia siempre exige sacrificios. Uno de ellos será el de reconocer el derecho de autodeterminación de quienes jamás lo ejercieron con anterioridad.
Las llamas que ha dibujado Erlich en el Magreb se mueven a la orden de vientos caprichosos. Hoy somos testigos de un conjunto de cambios y de verdaderas revoluciones que nuestros nietos estudiarán en sus Institutos. Cada uno de los países inmersos en ese proceso debe encontrar su propio camino. Y Marruecos es el que tiene la oportunidad histórica de convertir esos aires de cambio en el auténtico proceso constructor de su democracia.
3 comentarios:
This is Dr Gene Sharp the man now credited with the strategy behind the toppling of the Egyptian government.
Gene Sharp is the world's foremost expert on non-violent revolution. His work has been translated into more than 30 languages
"En años recientes, diversas dictaduras—de origen tanto interno como externo—han caído o se han tambaleado cuando se les ha enfrentado una población desafiante y movilizada. Aunque a menudo se las ve como firmemente afianzadas e inexpugnables, algunas de estas dictaduras demostraron ser incapaces de soportar el desafío concertado del pueblo en lo político, lo económico y lo social.
Marruecos tiene una gran oportunidad de convertirse en una monarquía parlamentaria como tenemos en España. Besotes, M.
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