Hoy, DIARIO DE BURGOS publica mi opinión sobre un tema que afecta a mis hijas y a algunos de mis amigos. Aquí la tienes:
Tengo la suerte de conocer a grandes atletas. Cada día se calzan sus zapatillas y se esfuerzan para superarse a si mismos. Para algunos, ese espíritu de superación significa mejorar su marca, y para otros, mantenerla un año más ya es un verdadero éxito. Depende de la edad de cada uno. Incluso hay quienes dedican su tiempo y sus capacidades de manera altruista para que otros crezcan. Todos ellos son grandes. No por la magnitud de sus triunfos, sino por su derroche de generosidad en el camino que emprenden para lograr sus metas. Los veo cada día entrenando en San Amaro, cada noche en la avenida que con tanta justicia lleva su nombre, cada verano recorriendo nuestra provincia de cabo a rabo… o despidiendo el año haciendo lo que más les gusta: correr.
Hoy, ese deporte al que tanto aman, atraviesa un momento difícil. Yo convivo con dos de esas jóvenes atletas y sé que hay cosas que no pueden entender. También para mí resulta incomprensible que algunos dirigentes con más de veinte años en sus cargos se rasguen ahora, precisamente ahora, las vestiduras. Y cuando les cuento a ellas que hubo un tiempo en el que un cuarto puesto en una Olimpiada era toda la cosecha del atletismo español, me miran como si yo fuese el abuelo Cebolleta. No son conscientes del salto vertiginoso que ha experimentado el deporte en este país. O tal vez eso les importe un bledo, porque tienen el futuro por estrenar.
Pero ese avance no puede pagar un peaje que desvirtúe su verdadera esencia. No perdamos la perspectiva. La calidad de nuestro deporte no puede medirse por el número de medallas que consigamos en las competiciones internacionales. Esas medallas que tanto parecen importarles a algunos fotogénicos vendrán por añadidura si fomentamos el verdadero deporte de base, si los poderes públicos favorecen su práctica a todas las edades, y si recuperamos la limpieza de la competición. Si no tenemos grandes esquiadores de fondo, pues ajo y agua. Si nuestros atletas no son capaces de alcanzar los objetivos que marcan sus dirigentes –por cierto, ¿con qué criterio?- pues a entrenar más, y más duro. Que de eso, nadie puede darles lecciones a mis amigos atletas.
Tengo la suerte de conocer a grandes atletas. Cada día se calzan sus zapatillas y se esfuerzan para superarse a si mismos. Para algunos, ese espíritu de superación significa mejorar su marca, y para otros, mantenerla un año más ya es un verdadero éxito. Depende de la edad de cada uno. Incluso hay quienes dedican su tiempo y sus capacidades de manera altruista para que otros crezcan. Todos ellos son grandes. No por la magnitud de sus triunfos, sino por su derroche de generosidad en el camino que emprenden para lograr sus metas. Los veo cada día entrenando en San Amaro, cada noche en la avenida que con tanta justicia lleva su nombre, cada verano recorriendo nuestra provincia de cabo a rabo… o despidiendo el año haciendo lo que más les gusta: correr.
Hoy, ese deporte al que tanto aman, atraviesa un momento difícil. Yo convivo con dos de esas jóvenes atletas y sé que hay cosas que no pueden entender. También para mí resulta incomprensible que algunos dirigentes con más de veinte años en sus cargos se rasguen ahora, precisamente ahora, las vestiduras. Y cuando les cuento a ellas que hubo un tiempo en el que un cuarto puesto en una Olimpiada era toda la cosecha del atletismo español, me miran como si yo fuese el abuelo Cebolleta. No son conscientes del salto vertiginoso que ha experimentado el deporte en este país. O tal vez eso les importe un bledo, porque tienen el futuro por estrenar.
Pero ese avance no puede pagar un peaje que desvirtúe su verdadera esencia. No perdamos la perspectiva. La calidad de nuestro deporte no puede medirse por el número de medallas que consigamos en las competiciones internacionales. Esas medallas que tanto parecen importarles a algunos fotogénicos vendrán por añadidura si fomentamos el verdadero deporte de base, si los poderes públicos favorecen su práctica a todas las edades, y si recuperamos la limpieza de la competición. Si no tenemos grandes esquiadores de fondo, pues ajo y agua. Si nuestros atletas no son capaces de alcanzar los objetivos que marcan sus dirigentes –por cierto, ¿con qué criterio?- pues a entrenar más, y más duro. Que de eso, nadie puede darles lecciones a mis amigos atletas.
2 comentarios:
¡Estupendo, querido Fran! Me ha en-can-ta-do lo que dices. Lástima que no haya fondos para promocionar a estos jóvenes excelentes atletas como tus hijas pero sí haya para visitas papales, conciertos de rock y otras paparruchadas, o, para meterse el dinero directamente a sus faltriqueras... Paísss. ¡Feliz día de Reyes! Besotes, M.
El espiritu del deporte amateur, ese que tus queridas atletas practican es el que hace falta en el atletismo español.
Debían ser a finales de los 80 cuando los pequeños y esforzados atletas de nuestras comarcas ganaban todas las competiciones de cross escolar que se organizaban.
Vino un jefazo a repartir las medallas y nos comentó que qué bien que en les Garrigues hubiera tan buenos corredores. La respuesta fue que como no había pistas ni polideportivos tenían que entrenar en los campos. Mudo, se quedó sin palabras.
Un abrazo para ti y para ellas.
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