Ayer terminé una lectura voluntariamente aplazada para estos días de verano. Era una forma de reservar mi mejor yo para algo que creía que merecía la pena. Y he acertado.
Me resulta difícil escribir este post, porque aunque nunca he visto a Conchi Moya –la autora del libro- la considero mi amiga. Leo habitualmente HAZ LO QUE DEBAS, ese blog que construye con tanto cariño y con el que tanto disfruto; gracias a su encomiable esfuerzo estoy al tanto de la realidad del pueblo saharaui; y siempre nos ayuda con la revista SHUKRAN. Así que está claro que mi opinión no puede ser objetiva… ni lo pretendo. Por eso mismo, me limito a dejaros una pequeña perla de sus delicias.
Mi amiga guarda en la caja de tesoros sus delicias saharauis, los objetos que con solo acariciarlos le llevan a su familia y a su tierra arrebatada. Una concha que le trajeron de una playa de El Aaiún, un rosario de su abuelita, un collar de cuentas de cristal bellísimo y frágil, una cajita con resina de la acacia a la que los saharauis llaman elk y que “lo cura todo, todo”, como me dice Fatimetu entre risas, tierra de su campamento para no olvidar donde resiste su familia, un frasquito de lebjur, la resina perfumada que preparan las mujeres saharauis para usar como incienso, y más cosas que aún no me ha enseñado y que tengo tantas ganas de ir descubriendo.
Y si tú también quieres disfrutar de las DELICIAS SAHARAUIS, pincha aquí.
Me resulta difícil escribir este post, porque aunque nunca he visto a Conchi Moya –la autora del libro- la considero mi amiga. Leo habitualmente HAZ LO QUE DEBAS, ese blog que construye con tanto cariño y con el que tanto disfruto; gracias a su encomiable esfuerzo estoy al tanto de la realidad del pueblo saharaui; y siempre nos ayuda con la revista SHUKRAN. Así que está claro que mi opinión no puede ser objetiva… ni lo pretendo. Por eso mismo, me limito a dejaros una pequeña perla de sus delicias.
Mi amiga guarda en la caja de tesoros sus delicias saharauis, los objetos que con solo acariciarlos le llevan a su familia y a su tierra arrebatada. Una concha que le trajeron de una playa de El Aaiún, un rosario de su abuelita, un collar de cuentas de cristal bellísimo y frágil, una cajita con resina de la acacia a la que los saharauis llaman elk y que “lo cura todo, todo”, como me dice Fatimetu entre risas, tierra de su campamento para no olvidar donde resiste su familia, un frasquito de lebjur, la resina perfumada que preparan las mujeres saharauis para usar como incienso, y más cosas que aún no me ha enseñado y que tengo tantas ganas de ir descubriendo.
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11 comentarios:
Al leer ese pasaje, recordé a otro escritor -famosísimo- que estuvo en el Sáhara y que también tiene una cajita con tesoros. En ella guarda, entre otras muchas cosas, un anillo que le regaló el cabo Belali, un saharaui que en el 75 le salvó la vida cuando servía en el ejercito español. Pero esa, esa es otra historia.
No la conoces ni yo tampoco pero eso lo podemos remediar. De noviembre no pasa. Cada año quiero llamarla y mi timidez me lo impide. Pero el próximo mes 11 lo hago. A ver si organizamos una "quedada".
Lo de ser objetivo es más difícil.
¿Y para qué vamos a serlo? Si me gusta lo que escribe Conxi me gusta ella y viceversa. ;)
Un abrazo.
GRACIAS GRACIAS GRACIAS. He escrito un texto para subir al blog; Fran, esta es tu parte:
(...) Y ahora otro de esos amigos de blog, de los que aprendo, con los que me entretengo, que han hecho que cada día vaya a buscarlos para leer lo nuevo que han escrito, y que en cadena me han hecho conocer otros blogs, Fran O. Campillo, también dedica a Delicias saharauis unas palabras que emocionan. Fran, que camina todos los días por el desierto, consigue además con su blog llevar el asunto saharaui, de manera concisa y amena, pero con rigor y sin faltarle un dato, a un enorme universo bloggero, fuera de los cauces habituales del mundo solidario-saharaui, con lo que aumentan los amigos y conocedores de la causa, haciendo de forma constante y callada una labor importantísima por esta causa tan justa.
abrazos y gracias de nuevo, shukran
Antònia, nos damos los teléfonos por email, yo también soy una gran tímida pero tenemos que hablar.
Y sí, en noviembre tenemos que conocernos, Inchalá, y a ver si fuera para celebrar que los saharauis en el exilio tienen que bajar para el ansiado referéndum. ¿No sería bonito hacer este año la manifestación anual para celebrarlo? Espero conoceros y de corazón siento que me espera pronto un té en el Sahara con los míos y vosotros, que sois míos también.
Fran, me gustaría saber quién es ese otro escritor famosísimo que tiene una cajita llena de tesoros... Besotes, M.
Voy para ese enlace ahora mismo.
Un abrazo.
Merche
El famoso escritor es Arturo Pérez Reverte que en el 75 era enviado especial del diario PUEBLO en el Sáhara. Allí tuvo su primer "destino" y allí aprendió a amar al pueblo saharaui y a conocer lo difícil que algunas veces es ser español.
¿Es el autor de El médico de Ifni?
No acabó de convencerme.
Conxi: en noviembre quedamos, a mi tampoco se me olvidará.
Un abrazo a todos.
Acabo de ver que no, el autor es Javier Reverte. Me estoy haciendo mayor.
Antònia
A mi tampoco terminó de convencerme "El médico de Ifni".
Arturo Pérez Reverte -que no sé si tiene algo que ver con Javier Reverte- es el autor de la famosa serie del capitán Alatriste y otras obras de gran éxito: El maestro de esgrima, Territorio comanche, La carta esférica, La Reina del Sur, Cabo Trafalgar, Un día de cólera...
Desde hace la tira de años publica una página en el XL SEMANAL. Nuestros nietos estudiaran su figura en la asignatura de Literatura Española... si es que antes alguna "miembra" no ha acabado con ese tipo de inútiles estudios ;-)
Javier Reverte me encanta, en especial sus libros sobre viajes (los de Africa maravillosos) y sus artículos periodísticos. Yo sí recuerdo que me gustó El médico de Ifni, conoce bastante bien a los saharauis. Javier estuvo en un viaje de escritores a los campamentos en los años 80. Entre otros estuvieron Javier Villán, Emilio Sola,Fernando Sánchez Dragó, Caballero Bonald y José Agustín Goytisolo. Javier Reverte lo cuenta muy bonito en un capítulo de su libro La aventura de viajar.
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