04 junio 2008

Semos los mejores

Hace exactamente un mes, estaba a más de 600 km de casa y la semana había sido especialmente dura. Nada nuevo. Así que, aunque no me gusta tomarme una caña sólo, decidí acercarme al paseo marítimo para desconectar un ratito en alguna terraza antes de cenar.

En la mesa de al lado, mantenían una animada discusión y no pude evitar escuchar disimuladamente.

A mi me parece muy bien que vengan, yo no soy ningún racista, ojo, pero que no nos impongan sus costumbres. Faltaría más. Y que cumplan nuestras normas. Apostilló el que apuraba su gintonic. Todos estaban de acuerdo en que nuestro modelo de sociedad era muy superior al suyo y que teníamos la obligación de preservarlo.

En esas, se les acercó un niño de unos cinco años. Mamá, dame dos euros para montarme en el coche. Espera un momento, cariño.

Aquella vehemente mujer intentó terminar la frase que había iniciado sobre la necesidad de endurecer las leyes y… ¡la criaturita comenzó a gritar y a patalear fuera de si! Apurada, la madre le dio inmediatamente las dos monedas mientras recibía un puntapié del pequeño dictador y algún que otro insulto. ¡Ay! No tiene ni un poquito de paciencia, dijo con una sonrisa a sus compañeros de tertulia. Y continuaron donde lo habían dejado.

8 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Francisco, esa es la hipocresía e ignorancia en que la gran mayoría (desgraciadamente) está inmersa. Prefiero cien mil veces tener como vecinos a gente digna como los saharuis, inmigrantes, y hasta gitanos civilizados (que los hay y muchos) que a esta gentuza. Besotes, M.

Unknown dijo...

El etnocentrismo es una actitud muy común. Nuestra sociedad y nuestras normas y modelos son los mejores y por eso algunos creen que lo que a nosotros nos va bien va bien a todo el mundo.
Hace como 2 años en Lleida hubo una gran polémica con una mezquita. La Asociación de vecinos puso mil y un pretextos pero al final la razón era que en un barrio con inmigrantes las propiedades se devaluaban.
En cuanto al caso que cuentas, por mi profesión he visto unos cuantos.
A veces en las reuniones con padres solía decir que nuestros hijos tienen derecho a que sus padres les enseñen a distinguir el bien del mal y a mostrarles unas normas básicas de urbanidad o buenas maneras.
Esta escena es deplorable y cada vez más frecuente, pretendemos arreglar el mundo cuando tenemos el caos en nuestra propia casa.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Odio con todas mis fuerzas la parafernalia de los etnocentristas. Quizás sea lógico que veamos las cosas desde nuestro lado, pero de ahí a ponernos a juzgar desde la discriminación sin ver toda la inmundicia que tenemos cocida dentro da grima. Saludos, Fran.

Alex dijo...

me ha gustado mucho este post.
es una pena pero cada vez escucho a mas gente razonamientos con ese tinte etnocentrico que tan mal hace, que diferente nos iria a todos si fueramos capaces de mirar hacia dentro, reconocer errores y aceptar las cosas buenas que nos puede ofrecer otra cultura que son muchas, muchisimas
un abrazo

Francisco O. Campillo dijo...

Merche
Al final se trata de valorar a cada uno por lo que hace realmente, sin prejuicios.

Antònia
Quienes conocéis la docencia de cerca sois quienes mejor entendéis estas situaciones.

Raúl
Vemos la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio.

Alex
Me alegro de que te guste el post. Es uno de los más trabajados en los últimos tiempos de CAMINANDO.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Cuánta razón, amigo.

Caelio dijo...

Acabas de exponer un problema muy común. Nuestra ceguera nos impide ver estas cosas. Probablemente el niño, cuando sea mayor sea un intolerante que no dudará en pisar a cualquiera que se tope con el para satisfacer sus necesidades egoístas. Un tirano que aprenderá a conseguir sus objetivos a golpe de ira y/o rabieta y/o violencia. Un potencial trepa. No me costará pedir perdón por lo que he dicho, si me equivovo.

A veces pienso que se deberían expedir carnés para padres.

Fran, educar en valores de tolerancia y respeto es el camino más largo y tortuoso, los caminantes lo sabemos.

saludos.

Francisco O. Campillo dijo...

Pedro
Cuanta sinrazón.

Caelio
Lo más sangrante es que una educación adecuada -con normas, disciplina, cariño, comprensión, estímulo...- evitaría muchos fracasos como éste.
Nos vemos en el camino.