05 diciembre 2005

A mi me lo han contado

Es curioso cómo desarrolla su trabajo la mente humana, su capacidad para reproducir lugares, situaciones y olores de sitios, en los que uno jamás ha pisado. Esta reproducción es tan nítida, que sin dudar de mi razón, al reproducir o hablar sobre el tema, mis explicaciones suenan tan reales, que yo mismo, al transcurrir la conversación, tenía que detenerme en ciertos momentos para no perderme en la duda, ya que cuando uno traspasa el límite, uno duda de sus dudas y niega sus negativas. Cualquiera describiría el lugar con una mezcla de olores, a polvo, té amargo, humedad seca y con el olor que desprende aquel horizonte tan maravilloso, que por querer observarle en todo su esplendor, los ojos tan abiertos se empañan de lágrimas y te dan una visión distorsionada de la realidad.

No he estado, no importa, me alimento de fuentes sabias, felices a su vuelta del desierto (desierto de polvo, desierto de futuro), henchidas de ilusión, vacías de sus preocupaciones y sin manos suficientes para tirar de los infinitos cabos que allí han atado. Son fuentes que huelen a jazmín, a humedad húmeda, a frescor, a esperanza, a mirada brillante y suplicante que te traspasa el alma, es esa mirada que sabe dónde está el final, pero duda de cómo llegar a él. Puedo asegurar que antes no tenían esa mirada, han venido del desierto con ella.

Mirada de horizonte, dejando huella, hogueras en el mar y pantanos en el desierto.

También me alimento de imágenes. Mi memoria es finita, lo sé, pero no recuerdo una imagen, un instante de la realidad, sin una sonrisa grabada. Es una fuente que huele a sol y luna, a calor y a frío, son miles de fuentes que huelen a amistad, es la Fuente que huele a libertad, el perfume del puente que nos une. Son los fotogramas de una película que tuvo un principio, pero que no sabemos si tendrá fin. Es una película que desprende un olor sincero, un olor a drama, un olor que a veces no huele. Es un olor carente de todo y lleno de nada.

Son muchas fuentes, antes eran suyas, y ahora también son mías. Cualquier arte, como dijo Poe, no es capaz de producir un goce completo si no existe una segunda persona que aprecie la ejecución. Yo tengo muy claro quiénes son esas segundas personas, y cuál nuestra ejecución. Yo me alimento de fuentes, hago acopio de perfumes, ladrillo a ladrillo he descubierto que existe una parte en la que podemos ofrecer una ilusión nueva y un olor distinto.

Y me sigo alimentando de fuentes sabias, quizás porque ya no puedo parar, o quizás porque ya no quiero parar. No he estado allí, pero estoy. Me he mezclado en todos esos olores y ya no puedo dejarlos, añado algunos míos, cojo de los suyos. Donde yo huelo amargura, ellos huelen alegría.

A veces me pregunto quién ayuda a quién.


David Herrera Pérez

David colabora con el Proyecto “Ladrillo a ladrillo” desde la campaña de envío de libros en español y desarrolla su labor de voluntariado en la Organización Juvenil Española -en el Centro Juvenil de Burgos- y en el Consejo de la Juventud de la Ciudad de Burgos.

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