En Ti araron un surco
y desgajaron tus ramas,
tus tallos,
tus pétalos.
Te negaron
sorbos de agua,
rayos de luz,
y hasta un trozo de Melhfa.
Pero en Ti existe
una exuberante vegetación de memoria,
una brisa del océano,
y esa próxima
y anhelada lluvia nuestra.
Limam Boicha
Generación de la Amistad Saharaui
Podía haber nacido en un año hermoso, con nombre poético, por ejemplo, “El año de la lluvia de estrellas” o el “Año del parto de las abejas”. Pero no, ese privilegio sólo lo tuvieron mis antepasados, padres y dos hermanos. Alguien se le ocurrió abortar la nomenclatura de los años, según nuestra mitología, la mitología saharaui. Por tanto, cuando despunté del vientre de mi madre, los años ya eran cifras, tristes cifras, y me estamparon: 1973. No sé el día, ni el mes. Según mi madre, fue en julio o agosto. El acontecimiento ocurrió accidentalmente en la ciudad mauritana de Atar. Digo accidentalmente, porque mi madre, estando enferma, fue del Sáhara a esos famosos oasis para reponerse. Y allí nací, en una choza africana, bajo una enorme sombra protectora de palmeras cargadas de apetitosos dátiles. Pero la serenidad de los oasis de Adrar duró muy poco, al igual que la paz en la Badía. Nadie de la familia se percató de que ella venía. De que se arrastró en silencio como una sonámbula semilla, y sin previo aviso, irrumpió: la guerra. No era una guerra extraña y lejana. Era la “nuestra”, y había que sobrevivir de cualquier manera. La guerra contra Marruecos y Mauritania. Con ella sobrevino el duro éxodo, y esa larga estación de exilio, que todavía dura. Leer completa
y desgajaron tus ramas,
tus tallos,
tus pétalos.
Te negaron
sorbos de agua,
rayos de luz,
y hasta un trozo de Melhfa.
Pero en Ti existe
una exuberante vegetación de memoria,
una brisa del océano,
y esa próxima
y anhelada lluvia nuestra.
Limam Boicha
Generación de la Amistad Saharaui
Podía haber nacido en un año hermoso, con nombre poético, por ejemplo, “El año de la lluvia de estrellas” o el “Año del parto de las abejas”. Pero no, ese privilegio sólo lo tuvieron mis antepasados, padres y dos hermanos. Alguien se le ocurrió abortar la nomenclatura de los años, según nuestra mitología, la mitología saharaui. Por tanto, cuando despunté del vientre de mi madre, los años ya eran cifras, tristes cifras, y me estamparon: 1973. No sé el día, ni el mes. Según mi madre, fue en julio o agosto. El acontecimiento ocurrió accidentalmente en la ciudad mauritana de Atar. Digo accidentalmente, porque mi madre, estando enferma, fue del Sáhara a esos famosos oasis para reponerse. Y allí nací, en una choza africana, bajo una enorme sombra protectora de palmeras cargadas de apetitosos dátiles. Pero la serenidad de los oasis de Adrar duró muy poco, al igual que la paz en la Badía. Nadie de la familia se percató de que ella venía. De que se arrastró en silencio como una sonámbula semilla, y sin previo aviso, irrumpió: la guerra. No era una guerra extraña y lejana. Era la “nuestra”, y había que sobrevivir de cualquier manera. La guerra contra Marruecos y Mauritania. Con ella sobrevino el duro éxodo, y esa larga estación de exilio, que todavía dura. Leer completa
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P.S. La poesía está dedicada a Aminetu Haidar, destacada activista saharaui a favor de los derechos básicos de su pueblo.
2 comentarios:
Bellísimo poema y reseña de vida de Limam. Conocí y me sumergí en ambos textos antes de que fueran publicados, y en circunstancias muy bonitas y me siento muy afortunada por ello. Del Sahara siempre recibes mucho más de lo que entregas.
Emotivo poema y bellísimo texto. Muchos besotes, M.
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