El siglo pasado constituyó una lección magistral de la capacidad del ser humano para alcanzar las más bajas cotas de la ignominia: los campos de exterminio nazi, el gulag soviético, la revolución cultural china… ¿para qué seguir? Ya hemos demostrado sobradamente que somos la especie que más destaca destrozando a sus congéneres. Por si todo lo anterior no fuese suficiente, estamos condenando al hambre a miles de millones de seres humanos que no han cometido más delito que nacer en el lugar erróneo en el momento equivocado.
Y ahora, hemos descubierto que cualquiera puede causar un daño inmenso y que para ello no es precisa una tecnología extraordinaria ni alcanzar el poder. El atentado contra las Torres Gemelas y, mucho más cercano a nuestras casas, las bombas en los trenes del 11 de marzo, son dos ejemplos de la capacidad de inflingir dolor que tiene el fanatismo desbocado. No se trata de justificar el terror, pero no debemos olvidar que la injusticia alimenta demasiadas veces a la violencia.
Hoy, los homínidos –uso este término para ver si se nos bajan un poquito los humos- somos capaces de generar los recursos suficientes que nos permitirían a todos –y todas- mantener una existencia digna. Así que no existe ninguna alternativa: el siglo XXI será el siglo de la Solidaridad o no habrá un siglo XXII. No pretendo ser alarmista, ni muchísimo menos. Tal vez todo sea tan simple como que nuestro modelo de sociedad es una verdadera porquería y que, por tanto, debe extinguirse. Sin embargo, tengo la íntima convicción de que estamos muy cerca de dar un paso decisivo en el progreso de la Humanidad… y conseguir un mundo mejor y más justo.
¿Cómo podemos conseguir ese objetivo? Lo siento, éste es sólo un post en la blogosfera. Ya me doy por satisfecho si has leído hasta aquí y te cuestionas tu actitud. Yo, por mi parte, lo tengo claro, y como mínimo, no guardaré el silencio de los bondadosos que denunció en su día Martin Luther King.
Envié este post al blog MANIFIESTO POR LA SOLIDARIDAD y he decidido publicarlo también en CAMINANDO ;-)
Y ahora, hemos descubierto que cualquiera puede causar un daño inmenso y que para ello no es precisa una tecnología extraordinaria ni alcanzar el poder. El atentado contra las Torres Gemelas y, mucho más cercano a nuestras casas, las bombas en los trenes del 11 de marzo, son dos ejemplos de la capacidad de inflingir dolor que tiene el fanatismo desbocado. No se trata de justificar el terror, pero no debemos olvidar que la injusticia alimenta demasiadas veces a la violencia.
Hoy, los homínidos –uso este término para ver si se nos bajan un poquito los humos- somos capaces de generar los recursos suficientes que nos permitirían a todos –y todas- mantener una existencia digna. Así que no existe ninguna alternativa: el siglo XXI será el siglo de la Solidaridad o no habrá un siglo XXII. No pretendo ser alarmista, ni muchísimo menos. Tal vez todo sea tan simple como que nuestro modelo de sociedad es una verdadera porquería y que, por tanto, debe extinguirse. Sin embargo, tengo la íntima convicción de que estamos muy cerca de dar un paso decisivo en el progreso de la Humanidad… y conseguir un mundo mejor y más justo.
¿Cómo podemos conseguir ese objetivo? Lo siento, éste es sólo un post en la blogosfera. Ya me doy por satisfecho si has leído hasta aquí y te cuestionas tu actitud. Yo, por mi parte, lo tengo claro, y como mínimo, no guardaré el silencio de los bondadosos que denunció en su día Martin Luther King.
Envié este post al blog MANIFIESTO POR LA SOLIDARIDAD y he decidido publicarlo también en CAMINANDO ;-)
4 comentarios:
la maleza recuperará su reino, la tierra se oxigenará y quizás todo vuelva a empezar de nuevo pero será diferente.
La principal actitud no la tienen los que deben.
Con los politicastros actuales que nos han tocado en suerte, no albergo muchas esperanzas. Creo mas bien que el cambio tiene que venir de nosotros, LOS CIUDADANOS. No hay otra. Besotes, M.
"Ante una injusticia global, actua individualmente".
No sé quién es el autor de esta frase, pero siempre me ha parecido genial.
Creo que aún estamos a tiempo, que un reparto más justo de la riqueza y los recursos es posible si todos nos lo proponemos.
Esto es lo que echo en falta en el manifiesto que, en su día no suscribí porque estaba bastante fastidiada con lo del vértigo, no por otra cosa. Denunciar está bien aunque creo que hacen falta propuestas concretas, sencillas, insignificantes, si queréis pero que juntas pueden provocar un efecto notable.
Como el "aleteo de las alas de una mariposa". -;)
Un abrazo.
Buen artículo que había visto en el otro blog.
OK amigo. Un abrazo.
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