25 septiembre 2008



Un vaso de té verde, ardiente, a fuego lento, bajo el calor de un hornillo que abriga una resistente tetera, reina del silencio y testigo de tantas voces. Un té que cautiva, que calma el sufrimiento y cierra la herida.

Un té verde amargo, dulce, que no empalaga, sabe a paz, a gloria, a leña curtida. Un té que poco a poco te atrapa y te lleva a un lugar donde el tiempo no puede llegar. Un té que todos sabemos cuando empieza y nadie sabe cuando termina.

Fátima
Estudiante saharaui

Tomado del libro “Tierra Prestada” de Mario Rojas. La imagen está robada de la Red; ignoro quien es el autor.

7 comentarios:

Alicia Mora dijo...

Precioso.....no se que más decir.
Un abrazo,

Teresa dijo...

Todas las culturas se reúnen en torno a una infusión.Propicia el diálogo y la comunicación.
Estamos perdiendo los posos.

Alex dijo...

La entrañable paz que acompaña a un té saharaui...simbolo de su calor y hospitalidad.
Un abrazo

Francisco O. Campillo dijo...

Alicia
"Precioso" es bonito... y suficiente.

Bipolar
Me encanta lo de "perder los posos". Lo anoto.

Alex
Es cierto que el té saharaui evoca la hospitalidad.

Merche Pallarés dijo...

Me gusta muchísimo el te verde a la marroquí y/o saharaui. Todas las madrugadas (cuando me despierto)lo primero que tomo es un té verde que hago a mi manera. Delicioso. Besotes, M.

Unknown dijo...

Lo mejor del té en el Sahara son las conversaciones alrededor de la bandeja.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Un pequeño comentario disonante no en la belleza del post, sino en los beneficios del te verde. Es altamente hepatotóxico. A mí el te verde y el Augmentine estuvieron a punto de llevarme para el otro barrio. Y eso duele mucho. Los médicos me aconsejaron que no tomase ninguna infusión en lo que me quedase de vida.
Y ahora una pregunta seria: ¿cómo afrontar la hospitalidad marroquí sin poder aceptar un te?
Un abrazo.