14 septiembre 2008

Heridas abiertas


Yo nací en el 66 y desde muy niño me apasiona la Historia. Se puede decir que aprendía a leer con el martirio de Justo y Pastor y las gestas de Covadonga, Lepanto y Tenochtitlan. Y hasta que no entré en la adolescencia, imaginaba que la Guerra Civil enfrentó a los españoles con otro pueblo bárbaro que quería borrarnos de la faz de la tierra. Recuerdo que todo eso lo creí con inocencia en mi infancia.

Luego he ido descubriendo algunas cosas. Descubrí que hubo una legalidad ante la que se sublevó una parte del ejército. Y que durante tres años, los españoles se mataron los unos a los otros. Y lo hicieron como se ha hecho siempre por estas tierras: con bravura y con saña. Bueno, todos no. Algunos, desde la seguridad y la impunidad de las retaguardias se dedicaron a saldar cuentas pendientes y mostraron una de las caras más detestables del ser humano.

Un poco más tarde, llegué a la conclusión de que en abril del 39 estalló la paz. Los vencedores reclamaron su parte del botín –aquella Laureada “concedida” al invicto caudillo fue el pistoletazo de salida- y así se abrió un periodo tristísimo en una España gris y acuartelada. Entre quienes ganaron aquella guerra hubo algunos, -muy pocos, es cierto- que sintieron tales nauseas que renunciaron a su asiento en el festín de La Victoria.

Hoy, las familias de quienes fueron fusilados en una cuneta, o sufrieron la feroz represión del franquismo, o se les negó la nacionalidad y no pudieron salir por ello de los campos de exterminio del nazismo, o … ¡cuántas ignominias! reclaman justicia. La mayoría de las veces, algo tan simple como permitirles recuperar los restos de sus seres queridos. A nadie puede ofender esa petición porque lo verdaderamente lamentable es que el pueblo español no haya sido capaz de adelantarse y adoptar las medidas que paliasen ese dolor inmenso a su debido tiempo.

Sin embargo, creo que se equivocan quienes quieren reescribir la historia a su antojo. Sería tan patético como los libros de mi infancia, pero al revés; lo cual viene a ser lo mismo. Y a quienes exigen una reparación a las victimas del franquismo –cargados de razón- me gustaría transmitirles mi opinión que en este caso es muy compleja de expresar sin añadir dolor. Lo intentaré: Es preciso restañar todas las heridas, todas. Porque no es lo mismo recibir el reconocimiento de un dictador –que ofende más que ensalza- que el de un gobierno legítimo. No es lo mismo.

No se puede mirar al futuro encerrando los fantasmas del pasado en un armario. Hay que abrir las ventanas para que entre el aire fresco. Para ello será precisa mucha generosidad, pero no escatimemos justicia.

Creo en el hombre. He visto
espaldas astilladas a trallazos,
almas cegadas avanzando a brincos
(españas a caballo
del dolor y del hambre). Y he creído.

Como este post ha sido especialmente importante para mí, he querido apuntalarlo sólidamente. La imagen es de Goya,
“Duelo a Garrotazos” y los versos, de Blas de Otero, de su poema Fidelidad
.
Actualización del 16 de septiembre
Antònia relata en su blog la historía de un amor con el que no pudo ni la guerra ni lo que vino después. Pincha para leer

6 comentarios:

Ángel de Olavide dijo...

Querido Francisco, si me permites el tratamiento.
Con 42 años tu y yo con quince mas, el tiempo de una generación sociológica, podemos hablarnos con libertad.
Hablas del reconocimiento que hizo el franquismo a sus propios seguidores. Escribes "no es lo mismo recibir el reconocimiento de un dictador –que ofende más que ensalza- que el de un gobierno legítimo".
No se si lo entiendo. Ser "caballero mutilado" no era lo mismo que ser un "jodio cojo rojo". Recibir la prebenda de un estanco o de una administración de lotería no era lo mismo que ser depurado como maestro o como funcionario y no poder dar de comer a tus hijos.
Recibir un nombramiento militar e iniciar la carrera militar desde el título de "alferez provisional" no era lo mismo que haber realizado una carrera militar brillante desde la academia y verse reducido en el exilio a oficios como camarero.
Ahora bien, seguro que los que recibieron esas ventajas creian recibir el fruto de la victoria. Los otros sabían perfectamente que su vida era el fruto de la derrota.
Asi es la vida.
Ahora algunas de aquellas familias, no todas ni mucho menos pues la mayoría prefirieron el dulce sopor del olvido solo reclaman unos huesos. No quieren medallas, ni estancos ni condecoraciones, solo quieren poner una señal en un terreno amable y cercano.
No hace falta mas. Ni siquiera pedir perdon o despreciar lo que otros recibieron. Pues al final, la estanquera, el alferez provisional o el caballero mutilado tambien tuvieron que seguir viviendo. No convirtamos las pequeñas prebendas que recibieron en una afrenta, en un indigno pago que no merecían. Nadie pide ese golpe de pecho. Nadie pide la humillación de nadie.
Son sin embargo todavia muchos los que niegan la sal balsamica que permita a otros simplemente enterrar a sus muertos.

Puede que ni tu mismo sepas la relación que existe en ese tema con el Sahara. Conocí a decenas de saharauis que todavía en los años 70 reclamaban una paga al estado español por haber sido soldados de Franco. Tenían derecho y no se avergonzaban...

Un abrazo

Angel Alda

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Como sabes, traté este asunto en mi blog hace unas pocas fechas y allí di mi opinión, que, esquemáticamente era:
1º.- Los familiares de las víctimas tienen todo el derecho a recuperar los restos de sus muertos y los poderes públicos -Gobiernos nacional, autonómicos y locales; legislativo y judicial-, están obligados por ley, sentido de la historira y moral, a ayudarles.
2º.- La transición, con todos sus defectos, supo zanjar con la suficiente generosidad y la cordura que se necesitaba entonces el asunto de las consecuencias penales. Para todos los bandos en litigio: el legal y el sublevado; para todos los que cometieron tropelías en ambos lados de las trincheras.
3º.- España aun tiene demasiadas placas y monumentos en los que se homenajea exclusivamente a los caídos del bando franquista. En muchas de ellas, aun podemos leer afrentas a las víctimas del otro lado. Esto es ilegal según nuestras leyes, la razón y el espíritu de convivencia y perdón que marcó el inicio de nuestra democracia, y debe suprimirse. El ejemplo del Valle de los Caídos es suficiente para comprender cómo se vulnera la razón con el consentimiento de las autoridades.
4º.- Otras reparaciones ya no son posibles.
Pienso que la mayoría de las familias lo único que quieren es sacar a sus muertos de la ignominia de las cunetas y enterrarlas con la dignidad que merecen.
El resto, lo leeremos en la Historia.
Lo que no comprendo es por qué algunos se empeñan, tanto tiempo después, en que no se puede hablar de estos temas y los juzgan cortinas de humo para esconder otras cosas.
Demos el tratamiento digno a los muertos y critíquese a los oportunistas, si los hubiere. Pero lo primero es necesario.

Unknown dijo...

Siempre es más fácil cuando el enemigo es alguien de fuera. Cuando es tu amigo, tu hermano, el vecino...¡cuesta tanto restañar las heridas!
Suscribo todas las palabras de Ángel Alda, coincidimos en la edad y en lo de "jodío cojo rojo".
Las guerras nunca terminan mientras haya gente que las vivió.
Encontrar y honrar a los seres queridos es muy importante pero también lo es restituir el buen nombre y la dignidad arrebatada.
Un abrazo para ambos.

Im-Pulso dijo...

Enhorabuena, tanto por el texto del post como por los tres comentarios enviados hasta este momento. Un abrazo a los cuatro.

Merche Pallarés dijo...

Soy de la misma opinión que Angel, Pedro y Antonia. Sinceramente, no puedo añadir nada más porque ellos ya lo han expuesto brillantemente. Besotes, M.

Francisco O. Campillo dijo...

Gracias por vuestra honestidad en estos comentarios. Para mí, ahora es momento de escuchar.
Un abrazo