En Tifariti, en plenos territorios liberados, se ha jugado un partido que pasará la historia por el coraje, técnica, esfuerzo y garra puesta por los jugadores del trascendental choque.
Javier Aguilar fue el portero y con seguridad despejó todos los balones que iban a gol en forma de falta de material, de abastecimiento y de intendencia,
Los jugadores de campo hicieron una encomiable labor, todos en su puesto, sabiendo improvisar cuando la ocasión lo requería y utilizando los recursos adquiridos a lo largo de los años en otros partidos ya disputados.
En los laterales, se situaron Alex, Elena y Eugenia. Los tres supieron alternarse en ambas bandas que requerían jugadores de esas características, de aguante y largo recorrido ya que eran los encargados directos de las unidades y por tanto estuvieron en permanente contacto con los acampados y los monitores saharauis. Esther y Lourdes, ejercieron de extremos y con eficacia ejercieron su labor ayudando en las actividades que requerían de sus conocimientos.
En el centro de la defensa se situaron, Lucas que repartía trabajo al resto del equipo, implicando a todos los jugadores en el mayor número de actividades y Antonio cuya misión era estar al quite para entrar en cualquier jugada donde su presencia fuera necesaria.
La indiscutible organizadora y cerebro del equipo, fue María, que desde el centro del campo organizó las jugadas, su actuación destacó por tener todo el partido estudiado y saber adaptarse a las circunstancias.
En la media punta se situó Eduardo, con su habitual entereza, recogió los balones que quedaban sueltos acabando no pocas jugadas.
El delantero centro fue Salva, que ofreciéndose en todo momento, buscando el desmarque, estaba presto para que el balón le llegara siempre.
Eva estaba en la banda, presta para salir en cualquier momento a sustituir al jugador que lo requiriera.
El entrenador fue Ángel Abad. Supo coordinar todo el equipo, dejando libertad para las iniciativas propias y ajustando el engranaje cuando fue necesario.
El resultado es concluyente; hemos ganado le hemos metido una goleada a la intolerancia, a la injusticia, a la tristeza, al rencor, al odio, a la desesperanza, a la violencia. La afición así lo atestiguo, cuando el último día de campamento gritaba: ¡Viva la OJE!
Pero no olvidemos que esto es solo un partido. La liga concluirá cuando saltemos el vergonzoso muro que parte en dos el legítimo territorio de los saharauis y -en las playas que besa el Atlántico- juguemos, nos riamos y nos bañemos en libertad. La libertad que da saberse en la propia tierra de uno.
Javier Aguilar fue el portero y con seguridad despejó todos los balones que iban a gol en forma de falta de material, de abastecimiento y de intendencia,
Los jugadores de campo hicieron una encomiable labor, todos en su puesto, sabiendo improvisar cuando la ocasión lo requería y utilizando los recursos adquiridos a lo largo de los años en otros partidos ya disputados.
En los laterales, se situaron Alex, Elena y Eugenia. Los tres supieron alternarse en ambas bandas que requerían jugadores de esas características, de aguante y largo recorrido ya que eran los encargados directos de las unidades y por tanto estuvieron en permanente contacto con los acampados y los monitores saharauis. Esther y Lourdes, ejercieron de extremos y con eficacia ejercieron su labor ayudando en las actividades que requerían de sus conocimientos.
En el centro de la defensa se situaron, Lucas que repartía trabajo al resto del equipo, implicando a todos los jugadores en el mayor número de actividades y Antonio cuya misión era estar al quite para entrar en cualquier jugada donde su presencia fuera necesaria.
La indiscutible organizadora y cerebro del equipo, fue María, que desde el centro del campo organizó las jugadas, su actuación destacó por tener todo el partido estudiado y saber adaptarse a las circunstancias.
En la media punta se situó Eduardo, con su habitual entereza, recogió los balones que quedaban sueltos acabando no pocas jugadas.
El delantero centro fue Salva, que ofreciéndose en todo momento, buscando el desmarque, estaba presto para que el balón le llegara siempre.
Eva estaba en la banda, presta para salir en cualquier momento a sustituir al jugador que lo requiriera.
El entrenador fue Ángel Abad. Supo coordinar todo el equipo, dejando libertad para las iniciativas propias y ajustando el engranaje cuando fue necesario.
El resultado es concluyente; hemos ganado le hemos metido una goleada a la intolerancia, a la injusticia, a la tristeza, al rencor, al odio, a la desesperanza, a la violencia. La afición así lo atestiguo, cuando el último día de campamento gritaba: ¡Viva la OJE!
Pero no olvidemos que esto es solo un partido. La liga concluirá cuando saltemos el vergonzoso muro que parte en dos el legítimo territorio de los saharauis y -en las playas que besa el Atlántico- juguemos, nos riamos y nos bañemos en libertad. La libertad que da saberse en la propia tierra de uno.
LUCAS HERRADOR
Lucas ha participado en la aventura de Tifariti. Su artículo ha llegado cuando SHUKRAN había cerrado la edición pero, merecía ser difundido
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