Mi hija mayor, María, tiene 10 años. Hay un montón de cosas que le gustan, entre ellas, jugar al baloncesto. En su colegio han formado un conjunto magnífico. Todos los sábados por la mañana tienen partido y la cualidad más destacable de ese equipo es lo bien que se llevan entre ellas. Su entrenadora está siendo capaz de hacerlas crecer como jugadoras… y como personas. Esa segunda parte es la que me parece más notable.
Algunas veces -viendo los partidos- me acuerdo de un campo de juego muy diferente al que está jugando mi hija, junto a sus compañeras, en ese preciso momento. Esa otra cancha está en Hagunía, junto al centro Olof Palme y su aspecto, herido y abandonado, refleja la dramática situación del pueblo saharaui.
Algunas veces -viendo los partidos- me acuerdo de un campo de juego muy diferente al que está jugando mi hija, junto a sus compañeras, en ese preciso momento. Esa otra cancha está en Hagunía, junto al centro Olof Palme y su aspecto, herido y abandonado, refleja la dramática situación del pueblo saharaui.
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