1973. Primavera. Colegio Nacional “Francisco Franco”. Un grupo de niños (sólo niños) estamos viendo una proyección de diapositivas. Chicos osados, tiendas de campaña, montaña y pinares, juegos, torres de madera… mis amigos y yo decidimos ir allí y vivir nuestra aventura. Porque ese era el ofrecimiento: protagonizar nuestro ocio.
1983. Verano. Río Madera. Más de un centenar de jóvenes nos preparamos intensamente para asumir responsabilidades en la dirección de grupos de jóvenes como nosotros. Todos estamos tremendamente ilusionados, y comprometidos, aunque creemos que algunos dirigentes son demasiado mayores para una asociación juvenil… ¡¡¡ Alguno de ellos es padre de familia!!! Conspiramos. No utilizamos el término “dinosaurio”, que aparecerá muchos años después, coincidiendo con el éxito de la película Parque Jurásico. Mi amigo Gregorio, compañero de tantos proyectos –y realizaciones- participará al año siguiente en el Foro de Mombeltrán, un serio intento de canalizar todas estas energías.
2003. Invierno. Campos de refugiados saharauis de Tinduf. Comparto vivencias y anhelos con un extraordinario grupo humano empeñado en apoyar a un pueblo que malvive en la hamada argelina. Preparamos un curso de monitores, convivimos con seres humanos que sufren y mantienen su sonrisa; e ideamos la mejor manera de transmitir este ambiente a todos nuestros compañeros, en la distante España.
Muchas caras han cambiado en este intervalo. Nuestra sociedad -desde cualquier punto de vista- ha experimentado una de sus mayores transformaciones, en pasos decididos por un pueblo soberano.
En todos estos años, la OJE ha acumulado una inconmensurable deuda de gratitud con un grupo de hombres y mujeres que han crecido y madurado ofreciendo lo mejor de si mismos.
Pero si aquellos que hoy tienen las riendas de la Organización no sienten el impulso generoso de transmitir ese testigo… nadie podrá hacerlo rematadamente mal. Y vivir su aventura.
Hoy me siento distante de aquel ideario que un día compartí. Pero ello no impide que mis hijas pertenezcan a la OJE y yo mismo colabore con esta organización, a la que tanto amo. Eso sí, si esta tiene la manga ancha de permitirme mis rarezas.
1983. Verano. Río Madera. Más de un centenar de jóvenes nos preparamos intensamente para asumir responsabilidades en la dirección de grupos de jóvenes como nosotros. Todos estamos tremendamente ilusionados, y comprometidos, aunque creemos que algunos dirigentes son demasiado mayores para una asociación juvenil… ¡¡¡ Alguno de ellos es padre de familia!!! Conspiramos. No utilizamos el término “dinosaurio”, que aparecerá muchos años después, coincidiendo con el éxito de la película Parque Jurásico. Mi amigo Gregorio, compañero de tantos proyectos –y realizaciones- participará al año siguiente en el Foro de Mombeltrán, un serio intento de canalizar todas estas energías.
2003. Invierno. Campos de refugiados saharauis de Tinduf. Comparto vivencias y anhelos con un extraordinario grupo humano empeñado en apoyar a un pueblo que malvive en la hamada argelina. Preparamos un curso de monitores, convivimos con seres humanos que sufren y mantienen su sonrisa; e ideamos la mejor manera de transmitir este ambiente a todos nuestros compañeros, en la distante España.
Muchas caras han cambiado en este intervalo. Nuestra sociedad -desde cualquier punto de vista- ha experimentado una de sus mayores transformaciones, en pasos decididos por un pueblo soberano.
En todos estos años, la OJE ha acumulado una inconmensurable deuda de gratitud con un grupo de hombres y mujeres que han crecido y madurado ofreciendo lo mejor de si mismos.
Pero si aquellos que hoy tienen las riendas de la Organización no sienten el impulso generoso de transmitir ese testigo… nadie podrá hacerlo rematadamente mal. Y vivir su aventura.
Hoy me siento distante de aquel ideario que un día compartí. Pero ello no impide que mis hijas pertenezcan a la OJE y yo mismo colabore con esta organización, a la que tanto amo. Eso sí, si esta tiene la manga ancha de permitirme mis rarezas.
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