37 presos políticos saharauis sobreviven a más de 40 días en huelga de hambre. Muchos de ellos están en situación crítica, sometidos a posibles torturas, aislamiento e incomunicación. Algunas de sus mujeres han denunciado vejaciones, malos tratos y violaciones mientras intentaban visitarles en prisión. Toda esta información es difícilmente contrastable, pero la política de oscurantismo del gobierno marroquí impidiendo la investigación de las denuncias y cerrando sus puertas a los medios de comunicación, me induce a dar credibilidad a esta violación de los derechos humanos
En El Aaiun, en la Cárcel Negra –sólo el nombre ya produce pavor- se hacinan la mayor parte de estos presos, en condiciones deplorables. Su delito ha sido manifestarse reclamando el derecho de su pueblo a la patria arrebatada hace ya treinta años. Tan sólo exigen que se cumplan las resoluciones de Naciones Unidas.
En contraposición, el Frente Polisario liberó el pasado 18 de agosto a los últimos 404 prisioneros de guerra que estaban en su poder, poniendo fin a un drama humano enquistado. De esta forma, se favorecía la labor de mediación de Pieter Van Walsum, enviado personal de Kofi Annan en la zona.
La opinión pública española debe conocer esta situación y nuestro gobierno debe actuar con firmeza. Moratinos fijó una postura sobre el conflicto saharaui en su Carta Abierta publicada por “El Mundo” el 2 de agosto y, si quiere mantener la coherencia, debe ejercer la presión precisa que colabore a poner punto final a esta situación intolerable que vulnera la legalidad internacional y los derechos humanos más básicos.
En la foto aparece Ali Salem Tamek, activista encarcelado y en grave estado de salud. Foto tomada de la web de Amnistía Internacional
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