06 diciembre 2013

Mi adios a Mandela

Ayer noche estaba viendo un reportaje sobre Adolfo Suárez cuando llegó mi hija Ana a a casa y me dijo que había muerto Nelson Mandela. Mientras la cámara fundía un plano de un Suárez, a punto de llorar, sentado justo después de recibir el Príncipe de Asturias a la Concordia, pensaba en el legado de Mandela.

Ayer se nos fue un líder de verdadera magnitud mundial. Desde mi punto de vista, la gran lección que nos ha dejado Madiba es que es posible construir un futuro mejor desde el perdón y la reconciliación. No lo hemos leído en los libros de historia, sino que su labor titánica la hemos presenciado en directo. Y creo que su inmensa figura se agrandará aún más cuando el paso del tiempo le aporte mayor perspectiva. Aunque prefiero el esfuerzo de los pueblos al de los liderazgos personales, hoy debemos hacer una excepción, porque muy posiblemente estemos hablando del líder que más ha contribuido a la construcción de un mundo mejor y más justo durante el siglo veinte. No olvidemos que ese siglo es también en el que el hombre ha hecho más daño al hombre. Así que mientras llega el día en que la inmensa mayoría tome conciencia de que ella es la verdadera dueña de su futuro, tendremos que conformarnos con algunos faros individuales.

Hoy pensaba escribir sobre otra cosa, porque esta semana se cumplen diez años de mi primer viaje a los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf. Aquel viaje me marcó un compromiso íntimo, pero está bien que Mandela me quite el protagonismo de este blog. Y sería excelente que la herencia de Mandela sirviese de inspiración al pueblo saharaui en su penosa andadura.

Parece ser que unos versos de William Ernest Henley fortalecían el carácter indomable del preso 46.664 en sus casi tres decadas de cautiverio. Sirvan para finalizar este homenaje:

Fuera de la noche que me cubre,
negra como el insondable abismo,
agradezco a cualquier dios que pudiera existir
por mi alma inconquistable.

En las feroces garras del destino
ni he gemido ni he gritado.
Bajo los golpes del azar
mi cabeza sangra, pero no se inclina.

Más allá de este lugar de ira y lágrimas
es inminente el Horror de la sombra,
y sin embargo la amenaza de los años
me encuentra y me encontrará sin miedo.

No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

Nota; Versión libre tomada de aquí y allá

2 comentarios:

José Núñez de Cela dijo...

QUizá sea necesario algo más que un Mandela.
Nos hemos quedado huerfanos ... otra vez.

Saludos!

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Un hombre que merece la pena un siglo.