23 septiembre 2013

Sobre la civilización del ocio

Eran otros tiempos. Yo estaba en la edad de empezar a afeitarme, pero no tenía ni pelusilla. Me alegraba la victoria de Felipe, y comenzaba mi andadura de lector de mal vivir. Para estar a la última, adelanté un par de años mi 1984. Me impresionó. Y por aquel entonces, los gurús (o gurúes) vaticinaban la inminente llegada de la recién bautizada como "civilización del ocio".

Las computadoras comenzaban a popularizarse, muy poquito a poco, es cierto; y la industria asentaba un vertiginoso crecimiento. Incluso la filosofía empresarial se aventuraba a caminos ignotos. Aún recuerdo mis lecturas de la prematuramente agostada Teoría Z. Era evidente e induscutible que los homínidos seríamos capaces de generar tiempo libre como nunca antes lo habíamos logrado; y que podríamos dedicar esos excedentes a escuchar música, pintar, leer, componer poemas, trotar por el monte, hacer el amor... o la infinidad de cosas diferentes que cada quien quisiese realizar de manera libre y voluntaria.

Ya perdí aquel sueño juvenil. Trabajo más horas de las que lo hizo mi padre y sé que nunca me jubilaré, en un país con seis millones de parados en el que algunos se "prejubilán" a los cincuenta y cinco ¿por qué? No me gusta pontificar, pero puesto que cuatro canallitas del tres al cuarto -con su premio Nobel incluido- vaticinaron un futuro que no se parece ni de lejos a la realidad que malvivo cada día, ¿por qué tendría que cogérmela con papel de fumar como ellos?

En primer lugar, hemos aumentado exponencialmente el número de tareas improductivas. Añoro el regreso de las pólizas. Al menos teníamos un culpable tangible. Segundo, esta sociedad ha inventado castas nuevas que nos encabronan para que estemos entretenidos los unos contra los otros.  Tercero, además, las cosas se fabrican para tener una existencia efímera. Da igual que las cuides o no. Morirán de vejez prematura, de un cáncer incurable que portan en sus genes y que nadie quiere molestarse en curar. Cuarto, y por si esto no fuese suficiente, nos hemos autoprogramado para desperdiciar nuestros recursos en comprar infinidad de chorradas que no nos aportan ni las mínima satisfacción y que nos roban tiempo, nuestro tiempo efímero ¿Dónde más dilapidamos nuestros potenciales? Podría poner mil ejemplos, pero ando vaguete. Así que expondré solo uno: la primera vez que la Humanidad genera recursos alimenticios suficientes, la obesidad es uno de los mayores problemas de salud en las sociedad desarrolladas. Y en las que acaban de salir de la pobreza, nomás. Y convive con bolsas de hambruna insultantes.

Ya termino. Sólo unas frasecitas de "Rayuela", en plan erudito. Cincuenta años tienen las viejitas.

El reino será de material plástico, es un hecho. Y no que el mundo haya de convertirse en una pesadilla orwelliana o huxleyana; será mucho peor, será un mundo delicioso, a la medida de sus habitantes, sin ningún mosquito, sin ningún analfabeto, con gallinas de enorme tamaño y probablemente dieciocho patas, exquisitas todas ellas, con cuartos de baño telecomandados, agua de distintos colores según el día de la semana, una delicada atención del servicio nacional de higiene,
con televisión en cada cuarto, por ejemplo grandes paisajes tropicales para los habitantes de Reijavik, vistas de igloos para los de La Habana, compensaciones sutiles que conformarán todas las rebeldías, etcétera.
Es decir un mundo satisfactorio para gentes razonables.

No hay comentarios: