En 2003 compré un librito sobre el Sáhara en los campamentos de refugiados de Tinduf financiado por el gobierno autonómico vasco. En primera página aparecían una palabras conmovedoras del entonces lehendakari, Juan José Ibarretxe, en las que se equiparaba el sufrimiento del "pueblo" vasco con el del pueblo saharaui, y se animaba a ambos a seguir la lucha para alcanzar su derecho a decidir. Si en vez de haberme criado en Burgos, lo hubiese hecho en Xochimilco, hubiese pensado que las tropas de ocupación castellanas acosaban a la pobre población vasca por las calles de Bilbao.
¿A qué viene ahora este cuento? No lo tengo muy claro. Como tampoco tengo muy claro que en todas las manifestaciones se grite aquello de "España responsable" -que es cierto- y en los comunicados se apele a la solidaridad de "los diversos pueblos que conforman el Estado español". Ni comprendo que se critique la falta de compromiso político de las docenas de miles de familias españolas que han acogido a un saharagüillo en verano. Ni jamás entendí el porqué de tanta bandera republicana en las manifestaciones de apoyo al Sáhara. Mejor no seguir.
España -no su Estado- mantiene una deuda histórica con el pueblo saharaui. Quienes aspiramos a que esa deuda se salde más pronto que tarde, debemos evitar confundir el culo con las cuatro témporas, principalmente quienes han asumido responsabilidades de representación del movimiento solidario a favor del Sáhara. Porque hoy somos poquitos. Así que sería bueno concitar adhesiones y evitar rechazos.
Cuando me sumé a esta andadura, sentí que era preciso desarrollar una labor pedagógica porque el desconocimiento sobre la realidad saharaui era inmenso. Son realidades sencillas: la mayoría de los saharauis tuvieron que huir de su patria para salvar sus vidas; construyeron unos campamentos en los que permanecen refugiados desde 1975; han mantenido una guerra con Mauritania y Marruecos que cesó en 1991 para posibilitar la celebración de un referéndum de autodeterminación; quienes permanecen en los campamentos de refugiados de Tinduf aspiran a vivir dignamente del fruto de su trabajo... en su patria. Es fácil de entender para cualquiera. Pero cuando mezclamos estas verdades del barquero con algunas de nuestras aspiraciones particulares -que por muy legítimas que sean, no tenemos que compartir de manera unánime- las enmerdamos de tal manera que pierden su brillo peculiar. Tal vez fuese preciso que reflexionásemos sobre ello.
4 comentarios:
Amigo Francisco, este es un post largo para lo que acostumbras y con mucha miga.
Si estuvieras en FB te reafirmarías en todo cuanto dices.
A mi las banderas republicanas no me molestan como tampoco lo hacen las esteladas. Mientras todo sea pacífico...
El caso es que hace un par de días en la red social tuvo lugar una controversia en este sentido. Unos chicos de estos alternativos venía a decir que los que aceptamos subvenciones somos unos vendidos al sistema y que igual era que vivíamos de estas limosnas. Me sentí profundamente ofendida y no por mi que también sino por los miles de familias que acogen cada verano a un saharauillo. Por lo visto para ellos lo único que vale es encadenarse a la puerta de un ministerio, okupar la sede del PSOE y similares. No diré que entre todas las personas de buena voluntad no se encuentre algún garbanzo negro pero de eso a meternos a todos en el mismo saco, media un abismo.
Creo también que muchas de las acciones reivindicativas son más folklóricas que otra cosa y en cambio carecemos de protocolos para actuar de manera eficaz y todos a una. Cada cual hace la guerra por su cuenta y en cuanto a las motivaciones... pues eso, lo que dices de la mierda.
Un abrazo.
Ah! y los eslóganes riman y son aparentes para chillar y hacer ruido pero después si te sientas y pasas a analizarlos la mayoría están desprovistos de significado.
Lo del Mohamed, capullo, el Sahara no es tuyo, (algunos escriben tullo y berduras y confunden autodeterminación con independencia), pues eso que suena bien y liberas adrenalina porque que le llememos capullo fíjate lo que le debe importar al muchacho.
Desde que me interesé por el conflicto del Sáhara Occidental observo los mismos problemas que has denunciado en este post. El día que se quiera hacer algo de verdad, es decir, que tenga repercusión y sirva para ejercer una influencia en la sociedad para que después se influencie al poder político, tendremos que olvidarnos de todo y centrarnos exclusivamente en el objetivo, lo único que nos une. Mientras mezclemos, la causa saharaui lo lleva claro, porque al final quienes lo pagan son los saharauis y el objetivo que tanto deseamos y parece imposible de alcanzar. Sí, sobra todo símbolo e idea partidista en este viaje, ya sea de izquierdas, de derechas o de nacionalismos de un lado o de otro. En cuanto alzamos una bandera que no es la del Sáhara, excluimos, dividimos... nos debilitamos. Pero que le vamos a hacer, si como colectivo fuésemos de otra manera otro gallo nos cantaría no sólo en el tema del Sáhara Occidental, sino en todos los demás.
Lo curioso del caso es que el término "Estado español" lo acuñó un tal Francisco, en Burgos, allá por los años 30 y pico.
En Catalunya se suele decir "Estado español". En el País vasco algunos dice lo mismo y otros "Peninsula iberica", omitiendo así a Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla y englobando a Portugal y al propio País vasco.
Sin embargo, el 20N el lider del PNV se despacho con un "España" al que solo le falto ponerle el signo de admiración. (¡¿?!)
No entiendo nada
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