Ayer se celebraron elecciones legislativas en Marruecos ensombrecidas por un altísimo porcentaje de abstención, más de un 60% y la mayor desde su independencia; y denuncias de irregularidades. Este fenómeno –la abstención- tiene diferentes interpretaciones, pero en el caso marroquí la lectura es evidente: el pueblo no se siente copartícipe del proceso impulsado por su monarca. Quienes observamos desde España, debemos conocer algunos datos que nos aportarán perspectiva.
Los resultados electorales no son vinculantes para Mohamed VI, que se reserva la facultad de designar al Presidente de Gobierno a su libre albedrío. Lo lógico sería que fuese el candidato más votado –del Partido Justicia y Desarrollo, de tendencia islamista moderada- o el elegido por la Cámara, pero no tiene que ser necesariamente así. Esta perversión de la voluntad popular justifica la indiferencia de la mayoría de la ciudadanía.
La cuestión saharaui ha sido una de las claves de este proceso. Tan sólo hace tres meses que se iniciaba una ronda de negociaciones con el Polisario, auspiciada por Naciones Unidas. Los sectores más progresistas de Marruecos han considerado que este conflicto podía servir para impulsar la democratización del país. Sería algo así como dignificar el sacrificio de las ovejas descarriadas. Lástima que esas “ovejas” tengan criterio propio y las “churras” no quieran mezclarse con las “merinas”.
Pero no podemos negar algunos pasos valientes emprendidos por Mohamed VI. El más complejo de todos ellos, investigar la represión política durante la etapa más siniestra del reinado de su padre, Hassan II.
Sin embargo, si no impulsa la libertad de prensa y de opinión, no realiza una decidida apuesta por una democracia que merezca ese nombre, y –en el caso del Sáhara- no favorece una solución que respete la legalidad internacional, se arriesga a ocupar un lugar insignificante entre las monarquías de corte feudal. Aunque posiblemente, esto último se la traiga al pairo.
Los resultados electorales no son vinculantes para Mohamed VI, que se reserva la facultad de designar al Presidente de Gobierno a su libre albedrío. Lo lógico sería que fuese el candidato más votado –del Partido Justicia y Desarrollo, de tendencia islamista moderada- o el elegido por la Cámara, pero no tiene que ser necesariamente así. Esta perversión de la voluntad popular justifica la indiferencia de la mayoría de la ciudadanía.
La cuestión saharaui ha sido una de las claves de este proceso. Tan sólo hace tres meses que se iniciaba una ronda de negociaciones con el Polisario, auspiciada por Naciones Unidas. Los sectores más progresistas de Marruecos han considerado que este conflicto podía servir para impulsar la democratización del país. Sería algo así como dignificar el sacrificio de las ovejas descarriadas. Lástima que esas “ovejas” tengan criterio propio y las “churras” no quieran mezclarse con las “merinas”.
Pero no podemos negar algunos pasos valientes emprendidos por Mohamed VI. El más complejo de todos ellos, investigar la represión política durante la etapa más siniestra del reinado de su padre, Hassan II.
Sin embargo, si no impulsa la libertad de prensa y de opinión, no realiza una decidida apuesta por una democracia que merezca ese nombre, y –en el caso del Sáhara- no favorece una solución que respete la legalidad internacional, se arriesga a ocupar un lugar insignificante entre las monarquías de corte feudal. Aunque posiblemente, esto último se la traiga al pairo.
Es posible engañar a todos por un tiempo,
incluso, se puede mentir a unos pocos constantemente;
pero es imposible engañar a todos todo el tiempo.
W. Churchill
4 comentarios:
Esta vez, mi comentario es para disentir. No hay valentía en la investigación de los desmanes cuando los afectados pueden decir lo que les hicieron pero no pronunciar el nombre de sus verdugos, mientras éstos siguen impunes. Equidad y Reconciliación es sólo un gesto de cara a la opinión pública internacional y por lo que he leído de M6, quizás, una venganza particular contra un padre que fue de todo menos padre para este, su hijo, que ahora le sucede.
Un abrazo solidario.
Antònia
Me alegro que no estemos totalmente de acuerdo en todo. Lo contrario me asustaría un poco. Y creo que presentas argumentos sólidos que avalan tu punto de vista.
Decir que las elecciones marroquíes son democráticas es una tomadura de pelo. El sistema recuerda al de las constituciones conservadoras que hubo en España durante el siglo XIX.
Saludos.
Pablo
Bienvenido de nuevo a "Caminando..."
Estamos de acuerdo. Hay quien confunde la democracia con las votaciones y... no son lo mismo.
No hay democracía sin elecciones, pero si estas últimas nos las pasamos por el forro de nuestros caprichos, pues pasa lo que pasa.
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