07 julio 2006

Carta abierta a Miguel Ángel Moratinos


El 2 de agosto de 2005 el diario EL MUNDO publicaba una carta abierta de nuestro Ministro de Asuntos Exteriores en la que fijaba la posición del gobierno de España sobre el conflicto del Sáhara Occidental. En resumen, se trataba de impulsar una salida negociada entre las partes y auspiciada por Naciones Unidas. Comparto esta postura y creo que ha transcurrido el tiempo suficiente para esperar algún tipo de resultado.
Hoy, un año después, el pueblo saharauri exiliado en Tinduf ha visto debilitada su posición negociadora. Todos damos por muerto en Plan Baker y sus diversas secuelas, y en el horizonte inmediato sólo se vislumbra el enigmático Plan de Autonomía redactado por Marruecos y desconocido por todos. Supongo que será difícilmente asumible por los saharauis, entre otras cosas, porque reflejará –únicamente- las pretensiones de una de las partes. Ese no es el camino.
Entre medias, unas terribles inundaciones han asolado los campamentos de refugiados y hemos sido mudos espectadores de la intifada pacífica en los territorios ocupados. Dolor que se suma sólo a una de las partes, naturalmente, la más débil que lleva más de 30 años de exilio.
La asociación con la que colaboro, la Organización Juvenil Española, ha finalizado –en este mismo periodo- la construcción de siete centros juveniles y una biblioteca en la wilaya de El Aaiun, ha celebrado un certamen para recuperar la memoria histórica de este pueblo exiliado, acaba de invitar a nuestro país a varios responsables saharauis para que conozcan cómo crear una asociación infantil y juvenil que favorezca los valores de la Paz y el diálogo… y usted, Sr. Moratinos ¿qué ha hecho para avanzar en la resolución de un conflicto del que España es parte fundamental?
No es el momento de lanzar reproches porque creo que existe la voluntad para desempeñar el papel que nos corresponde, pero no podemos dilatar indefinidamente las medidas a aplicar. No por más tiempo.
En la fotografía, M.A. Moratinos en su visita al campo de refugiados palestino de Yenín tras la masacre de 2002, durante la segunda intifada.

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