12 octubre 2013

12 de octubre de 2013

Cada 12 de octubre, desde que se inició la andadura de este blog, ocho años ya, he subido un post de esos que te curras especialmente. Casi siempre giraban en torno al fabuloso viaje de Colón que yo siempre he visto como la última etapa de otro viaje que se inició en el corazón de África más de un millón de años atrás. Pero hoy no. Hoy el cuerpo no me pide épica. Tal vez porque crea que en este país en el que me he criado, en el que trabajo, y en el que pago mis impuestos, hay un crecimiento -éste exponencial y sin ninguna moderación- de palabras huecas que siempre degeneran en demagogia del todo a cien. En este día he escrito, también, muchas veces sobre el español, una lengua que compartimos más de cuatrocientos millones de personas. Mi única posesión realmente valiosa, porque sé que yo también soy dueño de una parte pequeña de ese tesoro. Pero tampoco tengo ganas de darle otra vuelta a esa tuerca.

Sin embargo escribo. Escribo porque me he levantado en Dajla, el campamento de refugiados saharaui más alejado de todos. Esta mañana, a las ocho en punto, me ha llevado hasta allí Isabel Gemio porque ha entrevistado a una cooperante española que trabaja en el campamento de Dajla día a día. Como es lógico han hablado del drama del pueblo saharaui. Y yo tengo la íntima impresión de que esta entrevista ha sido motivada por la llamada de una amiga con quien comparto parte de mi andadura. Antònia Pons llamó la semana pasada a Onda Cero, a Isabel Gemio, para criticar un libro deleznable. Tal y como terminó su conversación, yo sabía que había quedado algo pendiente, así que no me he sorprendido esta mañana.

La cooperante entrevistada se llama María Tavera, es salmantina, y desarrolla en el Sáhara su trabajo. Con ella, y con otros, compartí algunas etapas de mi propio camino, diez años atrás.

P.S. El 12 de octubre es también una fecha señalada para el pueblo saharaui. Ellos conmemoran su unidad nacional, proclamada tal día como hoy de 1975, en Ain Bentili. 

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