06 septiembre 2005

Caminando en el desierto

Hace ahora casi dos años, emprendí un apasionante viaje iniciático a los campos de refugiados saharauis de Tinduf. Allí compartí comida, cama y esperanzas con un pueblo que lucha por mantener su dignidad y recuperar su patria. Y, bajo la Luna más hermosa que jamás había visto antes, descubrí una parte desconocida de mi propio yo que me estimula constantemente. Esta oportunidad me la brindó la OJE y me he sentido, una vez más, en deuda con ella. Hoy intento saldar esta deuda con sinceridad y honestidad.

Siempre he luchado por una organización volcada en los niños y los jóvenes, comprometida con la sociedad de su tiempo. Que destine todo su potencial para ofrecer actividades atractivas… y más. Que cree espacios de convivencia y debate; que canalice inquietudes; que estimule vocaciones…

A finales de los ya lejanos 70 viví un proceso traumático: nos expulsaban de nuestros Hogares y nos negaban los mínimos medios de subsistencia. Además, se nos culpabilizaba de pecados que jamás habíamos cometido. Y actuó el instinto de supervivencia. Peleamos por adquirir un patrimonio propio y poco a poco lo fuimos consiguiendo. Esta decisión estratégica se ha prolongado demasiado en el tiempo y hoy no tiene justificación ninguna. Cuando nuestras fuerzas son tan limitadas no podemos destinar tantos recursos a tareas tan alejadas de los objetivos primordiales. Hoy debemos concentrar todas estas energías para que los Hogares rebosen de jóvenes dirigidos por jóvenes, comprometidos en construir un mundo más justo, más tolerante, más solidario… Y para ello son necesarias acciones concretas. Me atrevo a aportar una idea. La próxima Campaña de Formación de Cuadros deberá ser planificada y dirigida por un equipo que cuente con la participación activa de cursillistas de las últimas promociones. Ellos aportarán el indispensable aire fresco que tanto precisamos.

Otro problema que hay que afrontar sin más dilaciones es la situación endogámica. La OJE es cada día más un grupo de hijos de afiliados, de sobrinos, de primos. Nos estamos cerrando en un caparazón y tal vez nos miremos demasiado el ombligo. Hay que salir al aire. Debemos considerar seriamente la posibilidad de ofrecer una parte de nuestro tiempo –serán decisiones personales- a otras asociaciones. Pienso en ONGs de ayuda a desfavorecidos, drogadictos, de defensa de la naturaleza… Así abriríamos los ojos de la OJE a realidades diversas, y –no me cabe ni la menor duda- concitaríamos apoyos y adhesiones a nuestro proyecto. Es que la sociedad no nos comprende, argumentarán algunos, pero todos sabemos que esto una burda disculpa para eludir nuestras responsabilidades. Siempre que hemos levantado puentes, hemos encontrado al otro lado, mentes abiertas y corazones generosos.

Dos ideas más. Una. La participación de personas ajenas a la organización nos enriquecerá y contribuirá a elevar el nivel técnico de las actividades. Fomentémosla. La Organización Juvenil Española se enorgullece de tener sus puertas abiertas a todo aquel que ofrezca lo mejor de si mismo. Pero si para ello exigimos la asunción de nuestro ideario, estamos cerrando esas puertas. Si estas colaboraciones son gratuitas estaremos de enhorabuena, pero no hagamos reglas intransigentes en este aspecto.

Y dos. Aprendamos a compartir experiencias y trabajo. Construyamos un espacio común donde los logros de cada uno puedan ser utilizados por todos. Aquí, internet es un candidato idóneo. Si un determinado equipo de dirigentes es especialmente bueno en un área concreta exprimamos ese caudal. El trabajo en red, es una realidad de la sociedad de la información en la que debemos estar en vanguardia, porque contamos con los recursos humanos precisos, personas capacitadas e ilusionadas. El resto es accesorio.

En el desierto aprendí una forma nueva de cumplir un viejo compromiso. Un compromiso que adquirí, voluntariamente, siendo niño y que procuro consolidar cada día. Cada uno de nosotros debemos encontrar nuestro propio Sáhara, ese territorio idílico en el que podemos expresarnos libremente y en el que sabemos que nos escuchan con el corazón libre de prejuicios. Y luego, deberemos trabajar intensamente para que todos y cada uno de estos sáharas sean compatibles entre si.

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