Fabricamos cosas inútiles -que se estropean rápidamente- pero que deseamos poseer con gran intensidad. Nos conectamos a redes virtuales en busca de amigos, pero no saludamos al vecino de enfrente. Elegimos entre políticos incompetentes para solventar unos problemas que les desbordan. Afortunadamente, esos políticos sí que son capaces de crear otros problemas nuevos que manejan con gran soltura, descalificándose mutuamente, justificando su existencia, y manteniéndonos entretenidos. Educamos hijos evitándoles el más mínimo contratiempo, satisfaciendo todos sus caprichos, y disculpando sus errores para, pasados treinta años, descubrir con satisfacción que no pueden vivir sin nosotros. Olvidamos a nuestros viejos y despreciamos su sabiduría. Fabricamos palabras para edulcorar nuestros dramas, y luego apedreamos a quienes se niegan a utilizar la neolengua. Tejemos banderas para generar enfrentamientos. Dictamos leyes para amedrentar a los débiles. Derrochamos la energía que puede destruir este planetita que nos transporta por el córner de la galaxia...
Y con todo y con eso, hay esperanza. Esa esperanza existe desde que mis antepasados y los tuyos pudieron conciliar el sueño a sabiendas de que otros velaban ante los peligros. Supongo que aquellos homínidos se turnaban a la puerta de la caverna o en la inmensidad de la sabana. Luego vendrían los hechiceros, sacerdotes, gerifaltes... que en un proceso evolutivo de decenas de miles de generaciones nos han llevado a tener banqueros despiadados, los políticos corruptos y los cardenales descreídos. Pero en el tuétano de nuestra especie existe la solidaridad y el altruismo. Ha llegado el momento de retornar a nuestro mejor yo.
2 comentarios:
Muy bueno. En un post de unas pocas líneas lo has dicho todo. Me ha encantado.
es que sin esa pizca de esperanza yo querría morirme ya.
biquiños.
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