Algunas veces Mariam me recrimina que siempre veo la vida como una pelea; no le falta razón. Los viejos soldados no alardean de sus heridas, pero algunas veces, cuando cambia el tiempo, les recuerdan aquella cuchillada antigua. Y fruncen el ceño. A mi me está pasando algo parecido. En estos días me está doliendo una de mis últimas derrotas: tres meses trabajando sin descanso, a doble jornada, con una operación de varices de por medio, sin ver a mi familia, para cumplir un compromiso que yo no había adquirido... y para terminar sin cobrar y perdiendo dinero. Os puedo asegurar que escuece.
Pero no me quejo. Lo digo sin ironía. Pienso en mi vecino, que hace unos meses perdió todo su pelo y se volvió esquivo por la enfermedad a la que tantos temen ponerle nombre. Ahora parece que se está reconstruyendo. En mi tía Tini, que ha visto como se le ha ido una hija, también por el cáncer; me cuesta imaginar un dolor mayor. Y sin embargo siempre me ofrece una sonrisa que vence su dolor, o al menos lo maquilla. En algunos de mis alumnos, que después de los cuarenta se enfrentan al paro O en mi hija, que mañana disputará una carrera para la que posiblemente todavía no esté preparada.
¿A qué viene todo este rollo? Pues a que acabo de oír por la radio a uno de los jerifaltes de nuestros ejércitos que este fin de semana celebran su día. Ha recordado el "vale quien sirve" como lema de los almogávares (sic) y he pensado que todos llevamos un soldado dentro. Sé que no es mi mejor yo, pero es lo que hay.
sí no llevásemos dentro ese soldado, habríamos tirado la toalla hace tiempo, tal vez.
ResponderEliminarbiquiños,